5 ene 2009

Daniel Barenboim en el Concierto de Año Nuevo

El director y pianista argentino Daniel Barenboim dirigió a la Orquesta Filarmónica de Viena en el tradicional Neujahrskonzert (Concierto de Año Nuevo) en la Grosser Musikvereinssaal de la capital austríaca.

Sobre la preparación y la experiencia del concierto comentó Barenboim:

Antes de dirigir recientemente el concierto del Día de Año Nuevo en Viena, había ejecutado algunas de las obras incluidas en el programa como bises, en gira con la Filarmónica de Viena, pero nunca antes había dirigido un programa completo de valses y polkas. Se me ocurrió mientras aprendía el programa qué suerte había tenido al haber tocado tantas piezas breves como pianista, porque el repertorio de un director está generalmente limitado a grandes sinfonías, más un ocasional poema sinfónico u obertura. Al haber tocado los nocturnos y valses de Chopin, los impromptus de Schubert, las noveletas de Schumann y los intermezzi de Brahms, sentí que podía abrevar de todo un mundo de música que condensa la riqueza de la creación musical en la forma de una pieza corta. Al tocar estas piezas como pianista, aprendés a adaptar la línea musical a una forma más corta.

Hay tantas repeticiones en estas piezas de Strauss: secciones enteras y medias secciones, tanto en las polkas como en los valses. Esto me fascina, porque siempre creí, desde mi infancia, que una de las más grandes contribuciones que la música hace a la existencia humana es precisamente el que es irrepetible. Fue extremadamente interesante para mí el pensar y cavilar sobre las diferentes posibilidades de dar a cada sección repetida un carácter o ángulo ligeramente diferente, al cambiar a veces el equilibrio en la orquesta y permitir que voces subsidiarias adquieran mayor importancia cuando una sección se repetía por segunda o tercera vez. Esto se aplica especialmente a las polkas, Era también muy importante encontrar la conexión entre los diferentes valses en cada conjunto con cambios de tempo muy leves, casi imperceptibles, entre los valses, para de este modo hacer una unidad de elementos similares más que una monotonía de secciones independientes y repetidas.

La música como ésta es a menudo mal vista por considerársela superficial, como si la accesibilidad fuese equivalente a la superficialidad. Por el contrario, hay mucha música que es difícil de acceder y no es muy profunda, y mucha música que es inmediatamente accesible y aún así musicalmente rica. La música de la familia Strauss se ha beneficiado con el correr de los años de su extraordinario grado de accesibilidad y de la aceptación inmediata de las obras como fueron escritas, pero con el tiempo las piezas se convirtieron en víctimas de su propia popularidad. Esta música muy a menudo tiene un sentimiento popular pero sin embargo siempre mantiene una cualidad aristocrática que encuentro muy atractiva: es popular pero no proletaria, especialmente en los grandes valses. Las polkas lentas, por otra parte, como la Annen-Polka y la Alexandrinen-Polka, tienen una tremenda cantidad de encanto, como sólo las danzas lentas pueden tener. Las polkas rápidas, como Unter Donner und Blitz y la Zampa Galopp, tienen una cualidad exultante y enérgica que contrasta con la de las polkas lentas.

Es muy difícil hacer un programa exclusivamente de esta música. Hay 19 piezas en el programa, y es muy fácil hacer que se convierta en una colección de bises. Por esto es que la Filarmónica de Viena y yo tratamos de desarrollar una construcción interior. Cada mitad del programa comenzó con una obertura y una opereta: en la primera mitad estuvo la obertura de Eine Nacht in Venedig (Una Noche en Venecia) y en la segunda mitad estuvo la obertura de Zigeunerbaron (El Barón Gitano). Hubo dos grandes valses en la primera mitad, Märchen aus dem Orient (Cuentos de Oriente) y Rosen aus dem Süden (Rosas del Sur). Fueron intercalados con la Annen-Polka, uno de los ejemplos más perfectos de la polka lenta, para ofrecer un contraste entre dos grandes valses. Después de Rosen aus dem Süden, tocamos Freikugeln, una polka muy rápida, para terminar la primera mitad.

En la segunda mitad tocamos lo que yo llamaría una pequeña sinfonía formada por tres piezas del Zigeunerbaron: la Obertura, Einzugsmarsch (Marcha de apertura), y Schatz-Waltzer. Luego estuvo el Valse Espagnole de Hellmesberger, que fue como el sorbet servido en las clásicas comidas de haute cuisine para refrescar el paladar entre platos, seguido por una unidad de tres polkas con la lenta, la Alexandrinen-Polka, en medio.

La segunda parte del concierto fue en sí misma concebida en dos partes, y la primera parte culminó con estas tres polkas. la segunda parte de la segunda mitad comenzó con lo que yo creo que es una de las obras musicales más bellas jamás compuestas, Sphärenklänge, que abre con esta maravillosa introducción, casi wagneriana. Me enamoré de esta pieza la primera vez que escuché a Karajan dirigirla en el Concierto de Año Nuevo de 1987, y fue parcialmente por esta razón que pedí dirigir este vals este año. Para contrastar, fue seguida por otra polka rápida más, Éljen a Magyár. El programa formal finalizó con la Sinfonía de Despedida de Haydn, para conmemorar el bicentenario de su muerte. Como "armamos" la Sinfonía de Despedida para que los músicos abandonasen el escenario y me dejaran solo, el primer bis fue la polka Wir sind nicht aengstlich (No tenemos miedo). El segundo bis fue el omnipresente Blauer Donau (El Danubio Azul), que como lo dicta la tradición fue interrumpido por los aplausos para que el director pueda desear un Feliz Año Nuevo al público del Musikverein y a la gente que mira el concierto por televisión. Aproveché la oportunidad para enviar un mensaje de esperanza por la paz y la justicia humana en el Medio Oriente [aquí podés encontrar un articulo escrito por Barenboim sobre la situación actual en Gaza] .

La Filarmónica de Viena es dueña de esta música, espiritualmente, y no sólo por razones geográficas. En términos geográficos, son dueños de un muy alto porcentaje de las obras maestras clásicas: Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms, Bruckner, Schönberg, y así, pero su relación con la música de la familia Strauss es más íntima que la de cualquier otra orquesta. Esto se debe en parte, pero no exclusivamente, a la tradición del Concierto de Año Nuevo, que ahora cumple sus setenta años. Disfruto de una larga relación de muchos años con la orquesta, como pianista y como director, pero tocar este programa de Strauss con ellos fue una ocasión muy especial para mí no sólo porque millones de personas lo miraban por televisión sino por la actitud de los músicos. Uno podría haber esperado, y casi disculpado, una actitud de "nos lo sabemos todo", pero fui animado e inspirado por su curiosidad y apertura para repensar conmigo los diferentes estilos en esta música tan variada. Cuestiones de tempo, rubato, dinámica fueron abordadas como si fuera la primera vez, y esto vino de una orquesta tan grandiosa. Fue una combinación perfectamente equilibrada de actitud y aptitud.

Fue maravilloso sentir que la orquesta se rehusaba a dejarse caer en la rutina de lo que ellos ya sabían que era "exitoso". Tuvieron la frescura del descubrimiento en su aproximación, que fue tan importante; después de todo, no podés esperar que el oyente se sorprenda por una modulación repentina en la música a menos que los músicos puedan darle el sentimiento de inventarla en el fragor del momento. El ensayar inteligentemente a veces significa decidir qué no debe pasar en lugar de qué debe pasar. Creo que es erróneo afirmar que lo que yo llamo pensamiento estratégico en música (que uno podría llamar "teleaudición" como opuesto a televisión) está en contradicción con la frescura de la espontaneidad. Cuanto mejor estructurada está la preparación musical, más se le puede dar rienda suelta a la intuición. Antes de que uno toque la primera nota de una pieza, debe poder imaginarse el sonido de la última nota de la pieza, lo que implica una comprensión de la estructura. Esto es lo que quiero decir con "teleaudición". Sin embargo, porque la música tiene lugar en el tiempo, la estructura en la música también es fluida. No está grabada en la piedra; más bien, fluye como el agua. Incluso la estructura de la música tiene una fluidez que es una de las razones por las que la música puede conmover tanto a la gente. La fluidez de la música les recuerda a la fluidez de la vida, y esto es tan evidente en una pequeña polka o serie de valses como lo es en una gran sinfonía.


Un fragmento de la Sinfonía Nº 45 ("de Despedida") de Joseph Haydn:




El final del concierto con la Marcha Radetzy de Johann Strauss (padre):

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